Por Iruña Arancibia, psicóloga
 
El otro día mis hijos estaban viendo la película Cigüeñas y llegué al sofá en los últimos 5 min. Pude ver que los bebés en la película eran entregados a sus familias por una cigüeña en la puerta de su casa, y que nada más llegar, la mamá (con aspecto nada puérpero) ofrecía un biberón. Me dio un vuelco al estómago y le pregunté a mi hijo mayor si en esta película las mamás no se embarazan, paren y amamantan a sus bebés. Encogió lo hombros y me contestó: «no».
En ese momento pensé que el cuerpo materno estaba siendo invisibilizado una vez más. Porque los bebés podrían prescindir de todo menos de una cosa para desarrollarse de manera óptima los nueve meses de vida intrauterina y los seis primeros meses de vida aérea, y es del cuerpo de su madre.
La neurociencia está demostrando repetidamente y cada vez con más detalle que el hábitat natural del recién nacido es el cuerpo materno, que la naturaleza lleva perfeccionando el proceso de gestar y parir millones de años y que lo que el bebé necesita nada más nacer es estar precisamente ahí, en contacto con el cuerpo de su madre y alimentándose de su pecho. También cada vez están más claros los efectos negativos para el desarrollo cognitivo y afectivo del bebé que tiene la separación y privación de ambos. Es increíble que la neurociencia tenga que venir a explicar lo que millones de madres han sabido siempre, pero es así.
Todos hemos nacido de una madre, del cuerpo de una mujer, y todos hemos necesitado de su cobijo. Los niños necesitan entender de dónde vienen y qué sucede con los bebés, cómo son, qué necesitan, cómo han sido ellos. Las madres explicamos a nuestros hijos repetidamente cómo nacieron, y si no lo hacemos ellos lo preguntan, con todo detalle.
Además las mujeres vivimos una transformación muy grande de nuestros cuerpos y de nuestra psique con la maternidad. El puerperio es una etapa muy potente en la que todo se trastoca. El cuerpo está cambiado, seguimos teniendo tripa, el pecho se hincha y gotea leche, no hay tiempo de peinarse, arreglarse, casi ni de ducharse… y somos más mamíferas que nunca. Pero en cambio en esta película, en el momento de la entrega del bebé, las madres son iguales a los padres, reciben a sus bebés delgadas, bien vestidas y peinadas, sonrientes y con el biberón en la mano. Nada de lo que sucede en cada maternidad del mundo, con cada bebé que nace, se muestra en las películas de dibujos animados. Apenas hay embarazadas (en casa sólo recordamos a Mavis de Hotel Transilvania) y mucho menos parturientas o puérperas. Y ni tocar el tema de la sexualidad y la concepción.
Decidí ver la película entera y descubrí que aún me esperaban más sorpresas. Lo primero que me impactó es el detalle con el que se describe un encarnizado mundo de la empresa. Los adultos podemos entender muy bien lo que ahí está pasando, pero ¿y los niños? ¿qué están entendiendo de todo eso? De ese jefe colérico y arbitrario en su torreón de poder, del subordinado chivato que hace comentarios machistas sobre su novia para ganarse a sus compañeros en el vestuario, del protagonista que quiere ser jefe pero no sabe para qué y tiembla cada vez que su superior le dirige la palabra… Todo esto me llama la atención porque parece que para los creadores de películas de animación la sexualidad, la maternidad y el puerperio no son mostrables, que no son cosas que los niños deban ver, pero en cambio muchas otras cosas de adultos sí, y además de una forma muy extrema y significativa (ver también el sistema militar que se muestra en “La navidad de Arthur”, aterrador).
En esta película hay un niño de unos 5 o 6 años que de repente quiere saber cómo se puede tener un hermano, y la pregunta concreta que hace a sus padres es “¿dónde me comprasteis?”. No pregunta de dónde vengo, cómo he nacido, cómo se hacen los bebés…No, ¡pregunta dónde fue comprado!. Es tan significativo del sistema capitalista que la película está mostrando… Pero casi es peor la reacción de los padres ante la pregunta de su hijo, porque, no sólo no le responden ni tienen ninguna intención de explicarle nada, ¡sino que además se ríen de él!. La película está enseñando a nuestros hijos que un niño de 5 o 6 años puede llegar a esa edad sin saber nada sobre bebés y cuerpos maternos, pero que además sus padres le van a ridiculizar cuando se interese y quiera saber.
Después la película muestra la máquina que hace los bebés, que se alimenta con la carta de deseos de las familias (bebés a la carta). La máquina los crea y salen de ella sonrientes, sentados, solos. Van bajando por una cinta transportadora y un brazo mecánico les lava y seca, otro les pone un pañal y otro tercero les enchufa un biberón (digo les enchufa porque les pilla desprevenidos, no hay demanda). Después los mete en una cápsula hermética que debe trasportar la cigüeña hasta la familia que lo ha pedido. Nadie les toca, nadie les acuna, no necesitan nada en días que dura el viaje. En la aventura que viven los protagonistas con la bebé que deben entregar salen varias veces biberones (y también un puré), que parece que se preparan solos a pesar de estar en medio de una huida, y que se le dan a la bebé mientras ésta permanece dentro de su cápsula (incluso lo toma ella sola). Nadie la toca mientras se alimenta. Una madre no parece necesaria para nada.
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En esta película los bebés vienen a cumplir el deseo de los padres, son cucos y sonrientes, no necesitan la presencia permanente de una figura de apego, pasan de unas manos a otras, incluso aunque sean hostiles (lobos, pingüinos mafiosos) y sonríen a todos, se duermen con cualquiera, simplemente moviendo la cápsula o cochecito o cerrándoles los ojitos. No necesitan ni demandan contacto. Es decir, no son bebés reales. Porque, ¿alguien conoce algún bebé así, que no necesite brazos, contacto, que le acunen, tener siempre cerca a su madre?. No veo nada real en esos bebés salvo que son adorables.
En la noche que pasan juntos los tres protagonistas la bebé se despierta varias veces, pero sólo al final de la noche los padres improvisados descubren estupefactos que cogerla en brazos es maravilloso. Es curioso porque saben de biberones y de purés pero no saben de brazos, no la entienden cuando los pide en un momento de la película (la única vez). Y se muestran muy confusos antes de tocarla o cogerla. Y en realidad qué necesita un recién nacido: brazos, brazos, brazos… Y qué produce más satisfacción a unos padres: brazos, brazos, brazos. Entonces ¿por qué ese empeño en mostrarlo como prescindible, puntual, no instintivo, que crea confusión? ¿Por qué tanto empeño en esa separación y falta de contacto?
Y después la entrega a la familia, ese primer abrazo al bebé, esa primera mirada emocionada de la madre, ambos vestidos, en la calle, como si la sociedad norteamericana dijera «a partir de aquí sí», antes no. Antes de los seis meses los bebés no importan, y sus madres (especialmente los cuerpos de sus madres) menos. Impensable mostrarlo, impensable mostrar la necesidad de cuerpo materno del bebé o el poder creador del cuerpo femenino. ¿Cómo les va a interesar eso a nuestros niños?
Todo esto me habla de patriarcado, de la incomodidad que produce todo aquello que es genuinamente femenino, aquello que confiere un poder infinito a las mujeres, y que es irreemplazable, imprescindible para la vida. Una vez más ese poder ocultado, apartado, inexistente, reducido a innecesario. Y todo aquello que transforma el cuerpo de una mujer, que la hace entrar en otro mundo durante meses, que la vuelve más mamífera que nunca, y también menos socialmente correcta y disponible, que simplemente no gusta a la sociedad patriarcal, es borrado directamente. Porque si los bebés son creados en una fábrica, entregados por cigüeñas y alimentados con biberón, ¡las mujeres ya no tienen ese poder tan exclusivo y tan peligroso!
Y pienso en la posibilidad de que en la película, cuando la cigüeña entrega a la bebé, la mamá sonriente y bien peinada se la pusiera al pecho, e inmediatamente sé que en el mundo de las películas de animación eso nunca sería posible… Qué tristeza pensar que mucha gente se llevaría las manos a la cabeza con una escena así, y que en cambio se acepte con tanta naturalidad que ese primer ofrecimiento sea un biberón. Resulta tan decepcionante que eso sea lo que se muestra a los niños (a mis niños) y al mundo sobre la maternidad, y sobretodo sobre el cuerpo de la mujer…
Iruña Arancibia
Psicóloga Perinatal

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