Durante los primeros años de desarrollo, las criaturas humanas atraviesan un proceso análogo al que permitió a la humanidad desarrollar el cerebro más potente del reino animal.  Así, antes de aprender a leer y escribir, desarrollar el pensamiento abstracto y ser capaz de diseñar rascacielos o crear sinfonías, la humanidad fué principalmente artesana, jardinera y artista, siendo su propio cuerpo y su naturaleza su principal medio de expresión, experimentación, percepción, aprendizaje, relación con el mundo y los otros, conexión con la naturaleza, transmisión de conocimientos y desarrollo de habilidades cada vez más sofisticadas.

De lo concreto a lo abstracto

Las niñas y los niños necesitan poder vivir con calma esa etapa pre-abstracta y basada en el movimiento libre, la experiencia en el mundo real, el juego espontáneo, el florecimiento de la imaginación y la creatividad, la relación con los otros, la conexión con la naturaleza.  Pero la realidad es que muchas criaturas están pasando de puntillas y a toda prisa por esta etapa, saltándose vivencias fundamentales para un desarrollo pleno, en un mundo demasiado acelerado y estructurado, demasiado prosaico y virtual, muy centrado en los objetivos y resultados, y poco consciente del valor del proceso, el ritmo, el tiempo y el juego.

Las condiciones en las que crecen hoy los niños y las niñas han cambiado radicalmente en un par de generaciones, al menos en las grandes ciudades: la falta de espacios adecuados, de tiempo libre y la interferencia de la tecnología, a menudo acaban entorpeciendo o directamente inhibiendo experiencias universales y consustanciales al hecho de ser niño/a. Paralelamente, las dificultades de aprendizaje, los niveles de estrés y ansiedad, las adicciones (incluido a la tecnología) y la conflictividad han ido en constante aumento.

Al final, no se trata sobre como estimular o mejorar el aprendizaje directamente, sino que es un acercamiento al mundo de la infancia desde una mirada holística y respetuosa con el alma infantil, que busca comprender cuales son las condiciones ideales para que las criaturas puedan desarrollar por sí mismas todo su potencial de una forma alegre y placentera. En este sentido esta formación integra diversos aspectos de lo que -según los expertos- constituye un «entorno apropiado» para las niñas y los niños, especialmente relevante en tiempos de progresiva virtualización de la vida y alejamiento de lo que siempre ha sido y sigue siendo consustancial a la infancia.