¿Habría sobrevivido si no hubiera cruzado esa calle?

Ese pensamiento viene a mi mente a menudo, ahora que estoy en recuperación de un oscuro año y medio de depresión, que comenzó en el embarazo y continuó después del nacimiento de mi hijo.

Cuando mi bebé tenía 5 semanas de edad, mi marido y yo tuvimos un encuentro casual cuando estábamos dando un paseo. Cruzamos una calle hasta otro barrio y nos encontramos con una pareja con un bebé de aproximadamente la misma edad que nuestro hijo. Mientras intercambiamos bromas, nos dimos cuenta de que las dos habíamos dado a luz en el mismo hospital, que habíamos tenido cesárea, y que éramos pacientes en el mismo equipo de Obstetricia. Con todas estas coincidencias, decidimos quedar para pasear mientras estuviéramos de permiso por maternidad.

En nuestro primer paseo, la conversación fluyó fácilmente cuando hablamos de nuestras experiencias con nuestros bebés en términos genéricos y superficiales. Decidimos que seguiríamos saliendo juntas a caminar cada dos días. Con el tiempo, nuestra amistad se fué haciendo más cercana. Nos dimos cuenta de que nuestra visión de la vida, intereses y aficiones eran muy similares. Sin embargo, no fue hasta cuatro meses después cuando nos dimos cuenta de que ambas estábamos luchando con la depresión.

Así es el mundo sombrío de la depresión perinatal.

La depresión perinatal describe la depresión tanto prenatal como postparto. Ni siquiera era plenamente consciente de lo que era, y como no tenía un historial de depresión, no pensé que podría sucederme a mí.

Me diagnosticaron depresión prenatal. Durante el embarazo estaba estresada, trabajando a tiempo completo, terminando mi master por las tardes y constantemente agotada. Finalmente, cuando las cosas se pusieron difíciles, comencé a ver a un terapeuta. La terapia fue interrumpida por el nacimiento de mi hijo. Me sentía consumida y abrumada, y la pura logística de salir de la casa con o sin mi hijo hicieron que las sesiones de terapia parecieran imposibles.

El pánico y la ansiedad empeoraron. Estaba aterrorizada de estar a solas con mi hijo, temerosa de que pudiera hacerle daño accidentalmente . No quería tener a nadie en nuestra casa excepto mi madre y mi marido.

Sin saber que mi depresión prenatal se había convertido en depresión posparto, seguí adelante. Asumí que los sentimientos de fatiga, ansiedad, pánico y desesperación se debían al ajuste que supone adaptarse a la nueva situación de madre un recién nacido.

Pronto aprendí que la depresión postparto no tratada empeora. Yo estaba enojada todo el tiempo y tenía dificultades para conectarme con mi hijo. Un día, en nuestro paseo, mi amiga me preguntó que cómo estaba. Desesperada, le dije la verdad. Meses de desesperación y desesperanza salieron de mi boca cuando le dije lo fácil que sería simplemente terminar con todo.

Estuvimos de acuerdo en que necesitaba ver a mi terapeuta de nuevo, y luego ella con voz pausada mencionó que ella también estaba lidiando con intensos sentimientos de desesperanza. Habló de cómo se sentía culpable porque se suponía que era un momento tan feliz, pero estaba constantemente llena ansiedad y miedo ante la idea de estar a solas con su hijo. No puedo explicar el sentimiento de alivio al descubrir que había alguien que entendía lo que estaba pasando. Cada una nos convertimos en la soga salvavidas de la otra.

Mirando hacia atrás, es increíble lo poderoso que es un sistema de apoyo. En lo peor de esos días, si llamaba a mi amiga era como si apareciera un rayo de sol. Tener esa cuerda de salvamento puede darte la fuerza para pasar sólo un día más. Mi cuerpo fatigado diría a mi cerebro que se quedara en la cama y cancelara la caminata para ese día. Con un esfuerzo hercúleo, luchando contra la bioquímica depresiva de mi cuerpo, me empujaba a salir de la casa.

Una vez eliminadas todas las barreras, compartimos los detalles más íntimos sobre cómo nos sentíamos. Me llamaba cuando se sentía como si estuviera desgarrando. Otras veces, cuando yo me sentía al límite, hablamos de mis pensamientos tabú de auto-lesion. Le dije que mis fantasías sobre el final de mi vida eran cada vez más reales.

Éramos la caja de resonancia de la otra. Compartimos información sobre el sistema de salud mental y nos dimos consejos sobre quién ver y cómo lidiar con el complejo mundo de los seguros médicos. Lo más importante, esos paseos nos mantuvieron cada uno de nosotros caminando un pie delante del otro.

Me apoyé en ella cuando me enteré de que cuando tomas antidepresivos, hay un período de varias semanas mientras esperas a que el medicamento entre en acción. La espera parecía interminable, y era difícil imaginar que las cosas mejoraran, incluso cuando los amigos y los médicos decían que era posible. No podía recordar como era sentirse feliz.

Lo peor de todo es que no podia conectar con mi bebé en absoluto haciendo que todo pareciera un error terrible, que no tenía vuelta atrás. Esa profunda sensación de desesperanza es lo que hizo que el suicidio pareciera la única salida. Sentí alivio cuando soñé despierta cómo podría terminar este nuevo infierno llamado maternidad acabando con mi propia vida. 

Pero mi salvavidas y yo nos mantuvimos alejadas del precipicio. Hasta el día de hoy, sé que le debo mi vida. Pudimos salir de la oscuridad con la ayuda de buenos médicos, terapeutas y psiquiatras que prescribieron programas de tratamiento que finalmente funcionaron.

Todavía estoy en recuperación. Soy una mamá mucho más feliz de un vivaracho bebé de ocho meses. Tengo la energía de cogerlo, amamantarle y abrazarlo. Soy capaz de deleitarme con la belleza del sol de primavera. Soy capaz de disfrutar de nuestras mañanas lentas: mi marido, yo y nuestro hijo en la cama, viendo a nuestro hijo explorar sus manos y pies. Todavía lucho por dejar atrás definitivamente el trauma y la oscuridad de la depresión. Por difícil que pueda ser imaginar, el amor por mi hijo sigue siendo un proceso en evolución. Pero cada día, más y más, ese poderoso sentimiento va tomando fuerza.   Mi bebé se está convirtiendo en mi luz.

Debo ese increíble giro de los acontecimientos al trabajo duro, a la búsqueda casi agresiva del tratamiento correcto, y posiblemente, sobre todo, a mi salvavidas.

Molly Jacob James

Traducido del artículo:

I was suicidal after my first child’s birth — until an unexpected friendship saved me

Molly James vive con su esposo y su hijo en Arlington, VA. Como parte de su recuperación de la depresión prenatal y postparto, escribe en su blog en www.postpartumworld.com en su tiempo libre.

Foto:  Molly Jacobs James y su amiga Lisa D’Archangelo, con sus bebés. (Cortesía: Molly Jacob James)