Por Esther Ramírez Matos, psicóloga general sanitaria, especialista en perinatalidad y terapeuta familiar

Todos los días nacen miles de criaturas en el mundo. Sus madres las llevan en sus regazos, las aman, las calman, las acunan, duermen con ellas, las amamantan o les dan el biberón, les cambian cuando lo requieren y mucho más. En definitiva, se convierten en detectores humanos y amorosos de sus necesidades cubriéndolas en todo lo que pueden. Es llamativo que una acción tan frecuente, universal y trascendental para la sociedad como es el llevar a un recién nacido humano a la supervivencia, no tenga una denominación específica. 

La palabra puerperar no está en el diccionario español.  Una acción que acontece todos los días en millones de hogares no tiene presencia en nuestro lenguaje. No está nombrada, no está reconocida y no está presente en nuestra manera de comunicar. Así pues, las madres que transitan con sus bebés el camino del puerperio no tienen verbo que defina su quehacer impresionante.

Puerperar es sujetar, sostener física y emocionalmente a tu bebé, día y noche. Es besar y oler su piel, reconocerla en cualquier lugar, a la luz y a oscuras. Es sentir a tu criatura como si fueras tú misma. 

Puerperar es estar pletórica y cansada, es no saber ni dónde estás ni dónde te metiste, es tener miedo, tener ganas de ir a trabajar o de desaparecer, es querer que todo vaya bien y estar alerta por si algo sale mal.

Puerperar es sentirte tan rota de cansancio que no sabes por dónde empezar para recomponerte, y al instante, estar convencida de tu poder es enorme y que sacarás adelante a esa criatura sin dudarlo.

Caminar kilómetros con ella en brazos, protegerla de todo, sentirla tuya y no desear que nadie te la toque, también a ratos necesitar que alguien te releve y sentir que puedes existir sola.

Es atravesar la tormenta de convertirse en madre aprendiendo a resguardecerse de la lluvia y sacarle provecho a que la tierra se humedeció.

Puerperar es tener miedo y pensar que te volviste loca cuando en realidad nunca estuviste más cuerda que en tu maternidad.

Yo puerpero, tu puerperas, ella puerpera,. qué gran gozo sería que pudiéramos hablar así. El hecho es que ya lo hacemos, lo bueno de las personas es que a veces no somos obedientes, a veces dejamos fluir la creatividad y conectadas con nuestra esencia parimos acciones nuevas, obras hermosas, terminologías innovadoras

Así que he aquí mi transgresión, me atrevo a proponer que reivindiquemos que exista este verbo: puerperar. Un verbo que ilustre lo que llevamos haciendo las mujeres miles de años, por eso estamos aquí como especie.

Puerperar podría definirse como la acción sostenedora que lleva a cabo la madre que acaba de traer al mundo a su criatura durante los primeros años de la vida de la misma, consistente en cuidarla fisiológica y emocionalmente, fusionándose con ella y atravesando así mismo su propia transformación de mujer a mujer madre.

Somos las madres, aventureras incansables las que podemos dar fuerza a esta palabra reivindicándola, nombrándola, reclamando su uso y el reconocimiento que nuestra labor merece. 

Unamos nuestras voces y comencemos a tejer la red que sostenga esta reivindicación, puerperar es algo que ya hacemos, que nos pertenece y que nos transforma y construye la sociedad.  Ahora solo falta soplar sus letras al viento para que haciéndolo la palabra se una a nuestro diccionario.

Esther Ramírez Matos es autora de la obra «Psicología del Posparto«. Ed. Síntesis.

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