Por J.M. Morillo
Somos seres musicales. La posibilidad de conectar con el ritmo, la melodía, etc, es algo propio de nuestra especie. La música tiene la capacidad de conectarnos con nuestra parte emocional, con nuestra memoria autobiográfica y nos ayuda a integrar de una forma más amable lo vivido. Seguramente tenemos alguna canción o estilo musical que nos hace sentir bien de alguna forma, que nos permite conectar con sensaciones, imágenes o recuerdos.
Desde hace algunos años, enfoco mi actividad hacia el ámbito de la musicoterapia. La música es un fenómeno puramente humano, en el que, a través del sonido y el movimiento, se produce una conexión profunda con las emociones. La musicoterapia es una disciplina que busca acompañar a las personas empleando los elementos de la música (sonido, ritmo, melodía, armonía) con el fin de mejorar su calidad de vida.
Implica que un profesional cualificado realiza dicho proceso de intervención, y sus objetivos se enfocan al área cognitiva, física, emocional o social, según las necesidades de las personas Las actividades que se plantean pueden enfocarse de forma individual, grupal, en pareja, en familia, en diada madre-bebé, etc. La música constituye un elemento muy potente para la conexión con uno mismo, para la introspección y la integración de experiencias vitales. Pero también supone un recurso muy valioso para potenciar la interacción y la conexión emocional entre las personas, desde otro nivel que trasciende lo cognitivo.
¿Cómo responden los hombres padres a la música?
Existe amplia experiencia en el ámbito de la musicoterapia para el acompañamiento en la etapa perinatal, ya sea con mujeres embarazadas durante el postparto, para el apoyo en la lactancia, con bebés prematuros, etc. Se han publicado experiencias desde el ámbito profesional, y también trabajos científicos en esta área. Sin embargo, apenas se ha indagado en cómo los padres se implican en esta etapa acompañando a sus parejas o interactuando con sus bebés en actividades musicales.
El arduo camino de los procesos de reproducción asistida
Hace algunos años, tuve la oportunidad de colaborar con un centro médico especializado en reproducción asistida. La idea era organizar sesiones grupales de musicoterapia para las mujeres (y sus parejas, en caso de que tuvieran) que se encontraban inmersas en un proceso de este tipo, teniendo en cuenta las distintas fases del mismo: preparación previa, beta-espera, primeras semanas de embarazo. El objetivo de todo ello era crear un espacio donde expresar y compartir las emociones que entran en juego en este camino hacia la maternidad/ paternidad: las ilusiones, los miedos y frustraciones, las dificultades en la pareja, etc. Seguramente por el estrés del proceso y el escepticismo ante una actividad no orientada a lograr un resultado directo sobre la fertilidad sino a cuidar la parte más humana y vulnerable de los participantes, no tuvo una gran acogida. Si bien la idea original era más grupal, finalmente la realidad se fué convirtiendo en sesiones para parejas. Y esto me permitió realizar un gran aprendizaje.
En general, las mujeres que acudieron a estas sesiones, junto a sus parejas masculinas, mostraban un agotamiento mental, emocional y físico que se traducía en una gran desconexión con su propio cuerpo, sus sensaciones, sus emociones. La incertidumbre del proceso y el miedo al fracaso, sobre todo si había habido intentos previos sin éxito, hacia que hubiera muy poca permeabilidad a soltar el control para sencillamente sentir, sentirse. Los hombres que acompañaban a estas mujeres, en general, y para mi sorpresa, estaban mucho más conectados con sus propias emociones, podían expresar mejor su vulnerabilidad ya en un principio, y entraban mejor en las dinámicas musicales. Era en estas dinámicas introspectivas donde los hombres se acercaban y mostraban más claramente su rol de soporte de su pareja, mutuamente buscaban el contacto a través de sus manos, y compartían la vibración de sus voces con ojos cerrados. Era ahí donde surgía la magia, donde ellas comenzaban a soltar, a abrirse, y ambos se reconectaban entre sí, para recuperar ilusiones y visualizar desde ese estado más alejado de la realidad a su futuro bebé, a sentirlo tan real como la vibración que les recorría el cuerpo en ese momento.
La música en el embarazo
Mi experiencia con mujeres embarazadas se ha producido principalmente a través de centros de salud, en colaboración con la matrona. El objetivo de los talleres grupales de musicoterapia era crear un espacio para desconectar del mundo exterior y facilitar la conexión con las propias emociones y sensaciones corporales, reforzar el vínculo con el futuro bebé y, en caso de venir acompañadas por sus parejas, facilitar otra forma de conexióny comunicación entre ambos. Cada vez han ido asistiendo más hombres a estos talleres, y aunque en este entorno en general se muestran más cerrados y con más resistencia a participar libremente en las actividades, a medida que avanza el desarrollo del taller se van mostrando más abiertos y en conexión con su propio niño interior, al improvisar musicalmente, sobre todo a través del ritmo y menos con la voz. Conectan con el goce, con el disfrute, y desde ahí expresan una mayor conexión con su futuro bebé y con su pareja. En comparación con las experiencias de pareja descritas en el apartado sobre reproducción asistida, parece que el hombre tiende a abrirse más en un entorno más íntimo.
La música en familia
Mi mayor rodaje en el acompañamiento al comienzo de la vida ha sido con grupos de madres con niños de 0 a 3 años. Cada vez ha sido más habitual la participación de padres, ya sea acompañando a su pareja, o bien llevando a su bebé y compartiendo ese momento con él, aunque aún es algo minoritario. En estas experiencias grupales donde los bebés son el foco de atención, pero donde intento que, a través de la improvisación con voz acompañada de guitarra, las madres y padres compartan sus vivencias de crianza a través de preguntas guía, es donde he podido observar la capacidad creciente de disfrute por parte de los hombres con la propia música, y sobre todo, al descubrir otras formas de conectar con sus hijos, más desde lo corporal y lo emocional, que a su vez, les sitúa frente sus propios sentires. Y es ahí donde he ido descubriendo la enorme sensibilidad que tienen y que tanto cuesta mostrar, y cómo a través de mi propia expresión como hombre participando en esa conexión con los bebés desde la música, mostrando mis propias emociones, puedo servir de modelo para la apertura de aquellos padres que pueden tener más dificultad para hacerlo.
¿Cómo puedo beneficiarme del poder de la música en casa?
Durante la gestación o al nacer, podemos buscar una canción que represente en cierto modo nuestros sentimientos o que intuitivamente nos conecte con el peque que está por venir o que acaba de llegar. Esa “canción del alma”, como suelo denominarla, es muy importante tanto por la huella que deja en la madre o el padre, como en el propio hijo, al formar parte de su memoria sonora. Poder escucharla ya sea acariciando la tripa cuando aún el pequeño está dentro, o dedicándosela mirándole a los ojos o cantando o bailando con él, constituye un recurso muy potente para reforzar el vínculo e integrar todo lo vivido en el proceso de m/paternidad.
Al igual que podemos reunir fotos en un álbum, hacer un listado de aquellas músicas o sonidos (incluidos los de la naturaleza) que nos mueven, asociarlos a una etapa concreta de nuestra vida, y darnos la oportunidad de seleccionar momentos en los que escucharlos (sería ideal hacerlo con ojos cerrados) puede constituir una experiencia emocionante y reveladora.
En momentos de cierto enfado o ira, o quizá de muchas tensiones, es conveniente conectar con música muy rítmica e incluir movimiento. En los talleres que hago, suele tener éxito esta canción, a la que podemos poner fácilmente movimiento de brazos, piernas, incluso percusión corporal dando pequeños golpes en distintas partes del cuerpo (hombros, pecho, brazos, piernas, palmas, etc), y balanceo de un lado a otro, así como rebote de arriba abajo sintiendo la flexibilidad de las rodillas sobre el mismo sitio. Es posible que comencemos a bostezar o que sintamos más calor. Bienvenido todo ello, porque estaremos saliendo de la mente para conectar con las necesidades física y emocionales.
Los bebés aman nuestra voz
Ya en nuestra relación con el bebé, el recurso más potente es nuestra propia voz. Cuando a veces se producen esos momentos de llanto que quizá es difícil calmar de otra forma, colocar al pequeño sobre nuestro pecho, comenzar a balancearnos suavemente (solemos hacerlo de forma brusca por nuestro propio estrés por la situación) y empezar a cantar pausadamente, con vocales, o una “m” con boca cerrada, sin necesidad de poner palabras si no lo sentimos así, puede ser un recurso mágico para ambos, pues el niño siente nuestro amor, nuestra acogida, nuestro acompañamiento, nuestra vibración que lo acuna, nuestro tacto, y nosotros nos vamos calmando, nos vamos reconectando con nuestro centro, y nos abrimos a sentir aún más amor por nuestro pequeño. Cuanto más suave sea nuestro canto, con deslizamientos de voz de arriba abajo (como los propios balbuceos de los bebés), más llegará y más podremos jugar improvisando, sin juicios, sin expectativas. No hacen falta canciones.
Por supuesto, siempre estarán las canciones infantiles de juego y las nanas. Son un recurso muy importante, aunque siempre será mucho más potente crear nuestras propias canciones improvisadas si nos planteamos compartir con nuestro bebé mediante el canto lo que sentimos, o lo que hacemos, o lo que él hace, o lo qué él nos hace sentir. Es una forma de aprender a comunicarnos con él desde el corazón y a poner palabras que habitualmente nos cuesta mucho expresar.
A modo de conclusión, la conexión emocional nos abre hacia los afectos que nos hacen sentir humanos, y la música puede ser la guía o el medio para que, más allá de roles (madre, padre, hijo), pueda generarse un espacio compartido donde el disfrute conjunto permita conectar desde el corazón.
Juan Manuel Morillo es Musicoterapeuta
Participará en la jornada Paternidad y perinatalidad: Retos, oportunidades y cuidados