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Maternidad: cartas entre dos mujeres


Reseña del libro “MATERNIDAD: CARTAS ENTRE DOS MUJERES”. Rauda Jamís e Isabel Núñez (1999) Ed. Urano
Por Patricia Fdez. Lorenzo
 
Me encontré este libro de pura casualidad y por su título me acerqué a él sin saber más de sus autoras ni de su contenido. Venía de leer hace ya algún tiempo una novela estructurada a modo de cartas cruzadas entre dos mujeres (Circe o el placer del azul), que me dejó muy buen sabor de boca. Supongo que ese recuerdo, junto con mi propio interés en la temática me hizo esperar algo especial en esta ocasión y me animé a su lectura. En este caso no hay narrador y como lectora sentí desde el principio estar accediendo a algo íntimo y privado. El correo cruzado entre dos amigas que viven simultáneamente su primera maternidad. El contexto parece secundario, una está en Barcelona y otra en París, pero la cercanía cultural de ambas me permitió comprender y sintonizar con algunos de los pasajes cotidianos que comparten.
La falta de narrador, nadie que comente o aclare, la falta de una trama y el contexto íntimo de las cartas personales, convierten el libro en un relato profundo. Las dos mujeres se muestran tanto a la otra como a sí mismas, reconociéndose en sus vivencias y sentires y profundizando en el autoconocimiento en esta transición vital que es la maternidad.
En sus palabras podemos encontrar alusiones frecuentes a conceptos conocidos de la psicología del embarazo. Ambas mujeres exponen, a su modo, cómo afloran los recuerdos de infancia. Se sienten invadidas por fantasmas (“creo que el embarazo despierta fantasmas de la infancia, los desempolva y los deja ahí, convidados de piedra en un gran salón vacío que quisieras llenar de otras cosas”) que nos recuerdan a la transparencia psíquica (Bydlowski, 2007). Junto con sus temores del pasado están sus soluciones a los mismos. A modo de recursos terapéuticos personales que les ayudan a hacerles frente (“a medida que pasan los días consigo que el horror se desvanezca un poco; le he encontrado una habitación en mi espíritu y procuro entrar sólo durante las horas diarias que le he concedido. Intento que no se desborde, que no avance ocupando todo mi espacio, que coexista con todo lo demás”). La propia rutina de cartas la viven ambas como sanadora, como un recurso para sobrevivir a la transformación de la maternidad y a sus soledades en este sentido. Las cartas sugieren así un medio a fomentar para aquellas mujeres que necesiten compartir, consigo mismas o con alguien íntimo, vivencias privadas sin censuras propias o ajenas. Contra los prejuicios que podamos tener, de que sólo las mujeres con una apariencia desequilibrada pueden transitar por esta etapa de forma visiblemente enloquecida, o esconder historias dolorosas en su pasado, las protagonistas resultan ser mujeres con apariencia armoniosa, suave y determinada tal y como describe una de ellas su impresión de la amiga. También aparece la necesidad de la reconciliación con la propia infancia (Ballou, 1978) y que surge también como recurso para avanzar con las viejas heridas junto con la identificación con el rol materno de la mano de la comprensión y aceptación de la propia madre (“Ella no tiene la culpa de que yo guardara mis recuerdos más dañinos para no perdonarla, de que los convirtiera en una estrategia…”). Los miedos a su propia competencia materna son respondidos de una y otra parte con admiración y respeto mutuo y los estilos u orientaciones maternales (Raphael-Leff, 1986) se vislumbran de sus palabras una vez que se enfrentan a organizar su día a día con sus bebés y sus parejas. Vemos también cómo se gesta en el embarazo el vínculo materno, cómo proyectan una y otra la relación con sus pequeños y cómo la sienten (“ya percibo egoístamente la felicidad que me trae, y no me avergüenza confesarla. El arte consiste en devolvérsela con una infinita gama de matices, pues se tratará también de saber quién es y qué es lo que espera”).
La vivencia del parto (“sigo pensando que todo fue demasiado salvaje, que no estaba preparada para esto”) y las circunstancias que envuelven sus respectivos puerperios, nos relatan la experiencia de la primera separación que supone el nacer (“ pero nada podría convencerme de que dar a luz no es morir un poco, de que sientes que te arrebatan un pedazo de ti, algo que has engendrado y alimentado, un latido que te acompañaba durante las noches alargadas del embarazo”) y el drama de la separación por la hospitalización del bebé (“todas esas protecciones necesarias, con animo de tranquilizar, era lo que paradójicamente más nos inquietaba, porque eran el signo de la diferencia”) o la frecuente distancia de los equipos profesionales (“nosotros frente al cuerpo médico, seguros de sus derechos, arrogante. Nosotros tres, desarmados pero llenos de voluntad y atrozmente combativos, contra aquella armada de batas blancas de uno de los más grandes hospitales de…”; “no nos habían avisado de nada…solo los especialistas saben, maquinan, se desbordan y te dejan en la ignorancia que como todo el mundo sabe, nunca hace que nadie se sienta feliz sino sólo abandonado” ).
Junto a los cambios en la identidad y la angustia de moverse en esa transición de identidad (“todo en mí se ha tambaleado tanto, mi identidad maltrecha, la angustia de fracasar, de ser juzgada o de ser engullida, de desaparecer, y al mismo tiempo, de no ser capaz de distinguirme, de devorar yo…”) se presentan los cambios en su entorno íntimo y en particular en sus respectivas parejas. Se entrelaza la muerte de los seres queridos y la muerte simbólica de la relación afectiva con el compañero, tal y como la esperaban y la entendían antes de ser padres. Desde la mirada de una de las madres protagonistas, se aborda la paternidad tal y como la siente en su compañero, sugiriendo la competición que puede verse entre ambos y las inseguridades que comparten. También  para el varon se plantéa la influencia que la relación con la propia madre pueda tener en su forma de vivir la paternidad y el nuevo vínculo afectivo con su pareja.
Para mí un libro lleno de poesía, denso en lo afectivo, cargado de referencias a lo que sabemos cabe esperar en la transición a la maternidad. Una estupenda forma de repasar conceptos para quienes estudian la psicología de la maternidad y una buena oportunidad de escuchar íntimamente para comprender a las madres, escuchándolas, sin ruidos, en sus sentires.
 
“…Ay Claudia, la maternidad. Después del enorme vientre, que caja de resonancia…para lo mejor y lo peor”
 
Patricia Fernandez Lorenzo