Hola compañeras.
Quería contaros una historia personal que he vivido estos meses, y sé que tengo que compartirla con vosotras porque sois las personas que mejor me vais a entender, y para mí será sanador. Así que de antemano, gracias por leerme.
El marzo pasado inicié la formación aquí con vosotros, y poco a poco fui descubriendo un mundo de cosas que no sabía, no sólo sobre la maternidad, sino especialmente sobre mí misma. Para mí suponía una terapia asistir a cada seminario, y de esta manera fui descubriendo muchas cosas sobre mi pasado, mis miedos, mis deseos y mis fortalezas y potencial. Y todo ello fue unido a mi deseo de ser madre.
Pues resulta que en noviembre, que fue cuando me descolgué de la formación y dejé de leeros, noté un bulto extraño en la tripa, muy grande, y en cuestión de un par de semanas me diagnosticaron un cáncer ovárico.
La primera cita con la doctora fué bien, las pruebas indicaban que era una bola grande ,un tumor, de unos 15 cm, en el ovario derecho, pero que tenía muy buen aspecto; la previsión era operar para sacarla y quitar dicho ovario, cirugía conservadora sin mayor dificultad, pero íbamos a hacer un escáner para asegurar.
Fue esa segunda cita la que no nos esperábamos. Nada más entrar la doctora ya me dijo que no tenía buenas noticias, que sentía mucho haberme hablado de cirugía conservadora pues el escáner había revelado muchas más afecciones, en abdomen, pecho, intestinos…que todo indicaba que me encontraba en un estadio 3 de un cáncer de ovario, y por lo tanto el plan era limpiarme, y para ello quitarme útero y ovarios, entre otras cosas afectadas.
Aquello me mató, me hundió…no puedo explicarlo. Llevábamos un año “planeando” la maternidad, poder ser madre, poder pariry en un segundo todo eso se esfumó…para siempre.
De repente no entendía nada de lo que me decían, no retenía la información, sólo pensaba en esos hijos perdidos, arrancados de mí, no lo podía comprender. Oí que la doctora me decía si tenía alguna pregunta, y sólo tenía una… “¿de quién me estás hablando, a quién le está pasando esto? porque yo no soy.” Te explican la operación, firmas papeles y te vas a casa.
No tengo claro quién volvió de ese hospital pero era otra persona, una persona sin esperanzas y sin ilusión; volvimos los dos vacíos. Pero no me pongo dramática, me sentía destrozada es cierto, pero duró poco. Supongo que fue al día siguiente, no lo recuerdo, me di cuenta de que no me reconocía, me sentía desecha y vacía, y eso no podía ser, no iba a aceptar que otros tomaran las riendas de mi vida, esta vez no
A lo largo de estos meses había aprendido mucho sobre mí como mujer, como mamífera, como dadora de vida, tenía la capacidad de gestar y de parir, YO. Y tenía muy claro lo que iba a hacer, iba a hablar con la doctora para decirle que no pensaba aceptar un protocolo preestablecido que me quitara mi útero cuando este estaba sano, comprendía y aceptaba lo que me estaban diciendo, que tenía un cáncer, que era grave, que había que operar y tocar muchas partes, pero mi útero estaba bien, no estaba afectado, y no me lo iban a quitar.
A mi alrededor escuchaba que pensara en mí, que no era momento de pensar en unos hijos que no tenía, que era mi vida. ¿Es que no se daban cuenta que eso era precisamente lo que estaba haciendo, pensar en mí?. Pensar en mi futuro, pensar en mi vida, pensar en lo que quería en ella, y en que iba a hacer todo lo posible por conseguirlo.
Me hablaban de adopción, lo sé, es una bella manera de ser madre, trabajo con familias adoptantes; pero ¿por qué no luchar por aquello que yo quería?
Tenía clara una idea, si algún día me despertaba en la cama de un hospital sin útero, necesitaba saber que había hecho todo lo que estaba en mi mano, y que esa era la única opción; mientras no fuera así, iba a luchar por conservarlo.
(Gracias a mi chico y a mi madre por escucharme, por comprenderme, por no volcar en mí su miedo, aunque sí compartirlo, y respetarme, han sido mi gran apoyo y mi fortaleza).
Me presenté en el hospital para hablar con la doctora. No hizo falta un gran discurso, no hizo falta luchar, me escuchó, me respetó y me aseguró que nadie me quitaría el útero, que los protocolos se podían saltar; sí que me iban a quitar ambos ovarios, pero conservaría mi útero, por el momento.
Finalmente todo ha ido muy muy bien. He tenido cáncer de ovario sí, pero he tenido un cirujano todo respeto, que antes de operarme incluso me preguntó si quería conservar el útero aun estando afectado. Un cirujano que me ha preguntado, me ha escuchado, y me ha respetado. Que ha hecho todo lo posible por mí, que me ha quitado ese tumor y ME HA DEJADO MI UTERO Y MI OVARIO IZQUIERDO INTACTOS.
Salió todo mejor de lo pensado, un estadio 1ª, grado 1, lo más leve que se podía encontrar dentro de lo malo, y todo lo demás que me quitaron dió negativo y no estaba afectado
Con todo esto quiero agradeceros todo lo que he aprendido este año, y no me refiero a los seminarios y la información, que también, sino gracias a vuestras historias, vuestras reflexiones, vuestros pensamientos, vuestras opiniones, vuestras vivencias, vuestras palabras. Gracias a todos los relatos de partos, a todas las historias con diversos finales que me han dado fuerza para descubrir qué es lo que quiero.  GRACIAS POR COMPARTIR TODO ESO, ES UNA RIQUEZA IMPAGABLE que a mí me ha dado mucha fuerza.
Y una última reflexión: qué fácil es ponerse en manos de los demás, qué fácil es dejar que los otros cojan las riendas y decidan qué es lo mejor para uno, qué fácil es que los profesionales que saben de esto decidan sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas, qué fácil que decidan sobre las vidas que van a venir porque ellos lo hacen todos los días, qué fácil es seguir los protocolos escritos por otros y para todos igual…qué fácil es no ser el responsable. Y qué difícil tomar la decisión, tomar decisiones complicadas y complejas cuando no sabes qué va a ocurrir, qué difícil tomar las riendas de tu vida, qué difícil decidir sobre tu cuerpo en algunas situaciones, qué difícil resulta a veces escucharse en este mundo lleno de ruido, qué difícil sentirse en este mundo tan “racional”, que difícil ser el responsable de tu vida, y sobre todo qué empoderador.