Por Diana Oliver
En una sociedad marcada por la prisa y por la productividad que no entiende el valor de la maternidad y que no cede tiempos para su vivencia, se hace complejo atravesar el embarazo con plenitud y conciencia. Y el coste es alto: tiene un impacto en la salud de las madres, pero también de las criaturas, que necesitan unos tiempos que no son los que les permitimos. Así lo cuenta Patricia Fernández Lorenzo en esta entrevista en la que asegura que invertir en cuidados es rentable socialmente: «Es rentable que las criaturas lleguen a adultas con una buena capacidad para regularse y seguras de contar con apoyos. Es rentable que las madres contemos con tiempos para poder maternar, solo así podemos ejercer nuestro rol productivo en condiciones. Producimos mejor cuando tenemos cubiertas nuestras necesidades vinculares y nuestros deseos maternales», cuenta. Patricia es psicóloga clínica y terapeuta familiar. En el Instituto Europeo de Salud Mental Perinatal participa como docente en el seminario Psicología del Embarazo y es coautora del libro Psicología del embarazo (Síntesis). Fue propia maternidad la que la llevó a interesarse por la salud mental perinatal y formarse en este ámbito. Hablamos con ella sobre psicología del embarazo, vínculos, cuidados y la labor de los profesionales que acompañan a madres, bebés y familias.
PREGUNTA: ¿Por qué una psicología del embarazo?
RESPUESTA: Yo lo resumiría con una frase que se atribuye a Goethe: porque “solo vemos aquello que conocemos”. Necesitamos tener en mente lo que cabe esperar en un proceso vital tan significativo como es el embarazo para poder acompañar a las madres y devolverles el sentido de su personal vivencia. Explicar la ambivalencia emocional como algo saludable y útil para construirnos como madres por ejemplo, ayuda a desculpabilizar a tantas mujeres que se guardan lo que temen sea juzgado o criticado de su modo de transitar la gestación. A menudo buscamos en lo psicopatológico y explicamos los síntomas de manera descontextualizada. El embarazo, como contexto de crisis con todos sus matices propios, ayuda a entender lo que cabe esperar y lo que merece la pena compartir.
P: Tanto en el libro de Psicología del embarazo como en tus clases insistes en la necesidad de una perspectiva ecosistémica como la manera más integral de abordar el proceso psíquico de la gestación. ¿Por qué es importante este enfoque?
El modelo ecosistémico amplía el foco y da cabida a todos los otros sistemas en los que participamos y que nos influyen. Somos seres sociales y pertenecemos a diferentes grupos humanos. Las criaturas nacen en una familia pero se ven influídas por toda la sociedad. Empezando por el sistema sanitario y los cuidados que proveemos a los bebés a través de sus madres y debiendo contar siempre con ellas. El entorno laboral del que la madre se alimenta y que no siempre entiende la implicación de la labor de dar vida. Las políticas sociales y de conciliación de las que adolecen las criaturas para poder crecer contando con lo más importante: la presencia amorosa de sus figuras de apego primarias en los cuidados.
P: ¿Qué influencia tiene la sociedad y el contexto en cómo atravesamos el embarazo?
Su influencia es enorme y es importante que seamos conscientes de ello para poder contribuir al avance de la sociedad a través de cuidar la infancia y a las familias.
Nuestra sociedad no pone los cuidados en el centro y el foco de atención está puesto en “el producto” y en lo inmediato. Es una sociedad de prisa y de cocina rápida que descuida la prevención y desatiende a los ritmos y los tiempos necesarios para garantizar la continuidad y el futuro de la vida.
En el embarazo la criatura permanece oculta en el cuerpo de la madre. Es a través de ella, por lo que el foco de los cuidados debe dirigirse a la gestante. Los tiempos se enlentecen, las labores son invisibles a los ojos pero inmensas en cuanto al coste emocional y energético como son inmensas en su alcance a largo plazo. Gestamos una vida con todas sus dimensiones. Porque los hijos son mucho más que un producto o un bien de consumo. Son la esperanza y la oportunidad de ser mejores humanos.
P: Muchas autoras han definido el embarazo como una crisis del ciclo vital. ¿Se puede atravesar y salir indemnes en el contexto actual?
Nunca se sale indemne de una crisis, siempre hay pérdidas y cambios. Lo que también hay es la oportunidad de crecer, de transformarnos para bien aún con las inevitables pérdidas y renuncias. Si bien hoy en día en una sociedad que no entiende la relevancia de la maternidad desde el inicio como un valor de futuro, y la relevancia de proteger los cuidados a la díada el costo de la maternidad es muy alto y se pone de manifiesto en términos de salud de las madres, pero también de las criaturas que necesitan tiempos más lentos para crecer y regularse en sus necesidades emocionales.
P: ¿Qué significa ser madre en un mundo patriarcal?
Sobre esto reflexionaron muchas mujeres. Merece la pena nombrar a Victoria Sau que decía que “todas somos huérfanas de madre bajo el patriarcado”. Se refería a la madre como sujeto, en la medida en que denunciaba a una madre institución, una madre privada de ser ella misma. De esta forma podemos decir que ser madre en un mundo patriarcal significaría estar desconectada de nuestra propia intuición, de nuestro propio sentir y desear y vernos así obligadas a una maternidad impuesta. Implicaría también no ser escuchadas en nuestras necesidades para gestar, parir y criar y en su lugar ser guiadas por lo que los otros consideran que necesitamos.
En la época de nuestras madres la maternidad era destino obligatorio y en nuestros tiempos maternar es el privilegio de unas pocas. Antes las madres se veían obligadas a retirarse del mundo para ejercer los cuidados o bien renunciar a ellos y ser muy cuestionadas. Ahora muchas se ven obligadas a renunciar a los cuidados por largas jornadas laborales o bien a postergar su deseo materno y ver estancado su proyecto vital.
P: Solo si sostenemos a las madres, podremos sostener a las criaturas. ¿Es posible sin un cambio de mirada y sin escapar de la lógica de la productividad?
No lo creo posible, pero podemos intentar explicar en clave de productividad también la conveniencia de sostener a esa delicada criatura que es una díada madre-bebe y más allá en el tiempo, sostener esa relación madre-hijo integrando al padre. Invertir en cuidados es rentable socialmente, es rentable que las criaturas lleguen a adultas con una buena capacidad para regularse y seguras de contar con apoyos. Es rentable que las madres contemos con tiempos para poder maternar, solo así podemos ejercer nuestro rol productivo en condiciones. Producimos mejor cuando tenemos cubiertas nuestras necesidades vinculares y nuestros deseos maternales.
P: ¿Por qué es importante cuidar el vínculo ya desde el embarazo?
El vínculo madre hijo entendido como lazo afectivo, se cimenta en el embarazo y es desde ahí, desde el conectar con el bebé y pensarlo, que la criatura es envestida como tal, vista como un ser, humanizada y amada. Este sentir con el hijo y para el hijo o la hija como persona única es la antesala de la relación recíproca y de los cuidados que se inician en embarazo pero que continuarán de distinta forma por mucho tiempo.
El vínculo madre hijo entendido como lazo afectivo, se cimenta en el embarazo y es desde ahí, desde el conectar con el bebé y pensarlo, que la criatura es envestida como tal, vista como un ser, humanizada y amada.
P: ¿Cuáles son las etapas psíquicas por las que pasan las mujeres durante el embarazo?
Se podría hablar de tres periodos. En el primer trimestre, coincidiendo con la explosión de cambios hormonales, la mujer se ve envuelta en la ambivalencia emocional incluso en embarazos buscados y deseados. Se considera saludable esta ambivalencia aun cuando en primer trimestre es causante de más malestar emocional. En el segundo trimestre, con el inicio de los movimientos fetales y a menudo un mayor bienestar físico, es frecuente que las mujeres se representen mentalmente al hijo, lo sueñen, lo piensen a él y a ellas mismas como madres, inspirándose muchas veces en su propia experiencia como hijas y en la referencia de cómo fueron cuidadas y sostenidas de bebés. Esto es posible gracias a la llamada transparencia psíquica, a un mayor acceso a recuerdos pasados. Ya en el tercer trimestre lo que se impone es el hito del parto y el prepararse para ese momento en función de los miedos de cada una y donde pongamos nuestras prioridades y nuestra confianza en lo relativo a la atención. De manera transversal y como consecuencia de los cambios cerebrales observados desde las neurociencias se va desarrollando la preocupación materna primaria que consiste en el priorizar a la criatura en sus necesidades, el enamorarnos del bebé y cuidarnos para cuidarle.
P: ¿Cuáles dirías que son los riesgos potenciales en cuanto a problemas de salud mental a los que se enfrentan hoy las embarazadas?
Sabemos que es una etapa de crisis y fragilidad. Sabemos que en este tiempo se reactivan angustias primitivas, emergen duelos no resueltos y emergen heridas ligadas a la propia historia vincular. Traducido a cuadros clínicos sabemos de la mayor prevalencia de trastornos ansiosos y depresivos en este periodo sobre todo en mujeres con historia previa.
P: ¿Qué papel tendría aquí la humanización de los cuidados?
Los cuidados o son humanizados o no son cuidados. La propia palabra cuidar implica ocuparse de las necesidades del otro ser, considerarlo y verlo en su individualidad y en toda su humanidad y capacidad de agencia. Cuidar implica dedicar atención, tiempo, energía psíquica y no es posible delegarlo en una máquina o en una tecnología.
Cuidar implica dedicar atención, tiempo, energía psíquica y no es posible delegarlo en una máquina o en una tecnología.
P: En cuanto a la psicopatología que puede darse en el embarazo, ¿cuáles son las más prevalentes?
Los más prevalentes son los trastornos ansiosos y depresivos que a menudo aparecen de forma comorbida en esta etapa. De manera más específica entre los trastornos de ansiedad la llamada Ansiedad generalizada seguida del Trastorno obsesivo compulsivo son incluso más prevalentes en el embarazo que en la población general. De este grupo les seguirían los trastornos de estrés postraumático con un 3% de casos.
El impacto de estas patologías es grande en tanto aumentan el riesgo de complicaciones obstétricas graves para la madre y para el bebé además de que son predictores de la depresión posparto. Más a largo plazo sabemos de su alcance en la salud mental del hijo en forma de trastornos derivados de problemas de regulación emocional en la etapa perinatal. Es por todo esto que conviene abordarlos desde el embarazo para frenar la cadena de consecuencias para la familia y para la sociedad en su conjunto.
P: ¿Cómo son unos cuidados sensibles con el trauma?
Esta propuesta pone el acento en los equipos interdisciplinares de profesionales de la salud pero perfectamente se podría ampliar a otros equipos humanos. Serían prácticas que promuevan que las familias se sientan seguras, que prevengan la reactivación de traumas latentes susceptibles de activarse en momentos de fragilidad como es la etapa perinatal. Sentirnos seguros en momentos de fragilidad contribuye a reparar y a sanar heridas antiguas. Son cuidados que persiguen empoderar a las madres y a sus familias y se basan en cosas como cuidar la manera en que comunicamos todos los miembros de los equipos, dando continuidad a los mensajes y actuaciones. Se basan también en potenciar las fortalezas de las diadas, en mirar de forma compasiva y respetuosa con la diversidad inherente al ser humano. La clave estaría en la comunicación entre los miembros de los equipos y en el lograr esa postura de respeto y cuidado con la fragilidad y las necesidades individuales.
P: Por último, ¿cuáles son las habilidades que consideras imprescindibles como profesionales que acompañáis a madres?
Es imprescindible saber de psicología del embarazo, del parto, del puerperio y de cuidados centrados en el desarrollo para empezar y tener en mente al delicado sistema familiar que es la díada primero y la tríada como extensión necesaria.
Junto con el conocimiento teórico está el cultivar la capacidad de observación, tanto hacia afuera como hacia adentro. Saber mirarnos en nuestro propio resentir y ser así conscientes de cuanto de nuestro propio proceso personal y momento vital está en juego para no reaccionar de forma inconsciente ante las dificultades en las que acompañamos y a las que debemos cuidar.
En tercer lugar, es clave cuidar el lenguaje, la palabra toca el alma, pero también la actitud y la presencia son lenguajes a considerar en el acompañamiento a las madres y sus criaturas.