Observé la pantalla atenuada de mi teléfono, mirando por encima del pequeño cuerpo de mi bebé. Las luces rojas de las notificaciones atrajeron mi atención y me puse a trabajar accediendo a todas mientras ella terminaba su tarea de mamar. Al principio, estaba sentada en mi silla de amamantar durante una hora cada vez, muchas veces al día. Parecía el momento ideal para ponerse al día con mis correos electrónicos, mensajes y notificaciones de Facebook. A menudo, los ojos de mi bebé estaban cerrados, así que mientras ella mamaba yo leía – perfecto!
Con el tiempo, comencé a darme cuenta de la cantidad de cosas que me estaba perdiendo, tantas como ELLA se estaba perdiendo. Aunque en esos momentos teníamos una conexión íntima, mentalmente estábamos fuera de sincronía. No la estaba apoyando como madre. Yo estaba simplemente proporcionando la comida y invitándola a que se las arreglara sola.
Sabía que esta no era la relación que quería con mi hija. Aquellos momentos juntas, aunque abundantes, eran limitados y yo quería poder aprovechar al máximo este tiempo juntas. Mientras miraba a este bebé que tomaba su alimento de mí, comencé a notar las cosas que me había estado perdiendo con mi distracción.
Noté sus dulces manos; la forma en que se apoyaban en mi pecho o se extendían para explorar mi collar, mi cara o el cuello de mi camisa. Miré esas mismas pequeñas manos suavemente agarrar unos pliegues de mi piel o comprimir ligeramente mi pecho como si quisiera ayudar al flujo de leche. Noté sus uñas en miniatura y sonreí por su similitud con mis propias uñas. En la base de sus dedos había cuatro de los hoyuelos más lindos que alguna vez ví. Eché un vistazo a mis propias manos y solo noté arrugas en mis nudillos, me pregunté por cuánto tiempo estarían allí sus hoyuelos antes de que desaparecieran y se alisaran.
Mi mirada se desplazó hacia su rostro; sus hermosos ojos azules mirándome fijamente. ¿Cuánto tiempo habían estado mirandome? ¿Qué habría pensado ella de mis ojos fríos, sin respuesta, mirando por encima de su hombro hacia algo más cautivador que ella abajo? Bebí en la pureza de esos ojos. No había nada más que devoción absoluta; un amor tan total, nada podría romperlo. Sus ojos se movieron hacia algo sobre mi hombro, lo seguí y noté que estaba interesada en el dibujo dela manta que cubría el respaldo de la silla en la que nos sentábamos. ¿Qué más había estado mirando? ¿En qué más se habría fijado mi hija mientras que sólo había mostrado interés en mi teléfono? ¿Creía ella que me importaba?
Miré sus perfectos labios. Parecían tan suaves y tan capaces de llevar a cabo la tarea de obtener la leche que necesitaba para llenar su vientre. De vez en cuando, podía ver el borde de su diminuta lengua rosada, trabajando incansablemente para ayudar al proceso. Qué increíble hazaña de ingeniería realizan esas partes del cuerpo. Dejó de mamar momentáneamente, curiosa por mi repentino interés por ella. Sus labios se levantaron en los bordes y me regaló una sonrisa antes de seguir mamando.
Vislumbré su lustroso cabello dorado. ¿Adónde había ido todo el pelo de su bebé? Al principio era oscuro y largo, con mechón distinto que caía a un lado, pero ahora todo lo que quedaba de ese cabello recién nacido era una pequeña tira en la parte posterior de su cabeza. El resto de sucabeza estaba cubierto en los inicios de su siguiente etapa de pelo; rubia y lisa. Me pregunté si empezaría a rizarse al crecer como le había pasado a su hermana mayor.
Mientras la tomaba en mis brazos, noté los pequeños movimientos rítmicos que hacía con todo el cuerpo cuando mamaba. Me preguntaba de qué se trataba y cuánto tiempo llevaba haciéndolo. Parecía calmarla. Comenzó a calmarme mientras mantenía el contacto visual con ella. Me sentí conectada; presente. No había nada más en mi mente que ella; nosotras.
Empecé a ser más consciente de la sensación de la leche dejando mi cuerpo para darle vida. Entonces noté cuándo esa sensación cambiaba; cuando empezaba a frenar y cansarse. Estaba dispuesta a ayudarla, ayudándola a sacar la última leche rica de su pecho con pequeñas compresiones. Dejóde mamar. Ya había tenido suficiente. Ella obtuvo consuelo de la succión y la dejé momentáneamente antes de preguntarle si había terminado.
Succionó unos momentos más y luego se retiró voluntariamente y me miró. Su boca dibujó una sonrisa dulce y apreciativa. No pude dejar de mirarla. ¿Cuantos momentos como éste me había perdido?La había estado llenando de leche, pero no le había dado nada de mí misma y, a la inversa, me estaba dando todo y no recibía nada.
A menudo, mientras leía un artículo apasionante en mi teléfono mientras ella alimentaba, mi bebé pasaría de beber a dormir antes de que incluso notara la transición. No hubo reconocimiento, no hubo momentos de conexión entre estas fases. Entonces la ponía en su camita ya dormida y se despertaría unas horas más tarde sin recordar esa transición. Su alimentación era un trabajo que completó físicamente junto a mí, pero emocionalmente estaba sola. Nuestra conexión emocional no existía; mi mente estaba en otra cosa.
Afortunadamente, tuve este momento de toma de consciencia al principio en nuestra lactancia, y desde entonces he podido hacer de estos momentos algo más especial que un simple acto de alimentación. Se trata de nuestra relación y nuestra conexión – madre e hija. En esos maravillosos momentos juntas, no hay nadie más en el mundo; Somos sólo nosotros dos. Nos quedamos juntas, sin prisas ni distracciones.
Estos momentos son sagrados y ahora los atesoro. A diferencia de mi bebé, mi teléfono siempre estará allí (por desgracia) inmutable y sin emoción. Mi teléfono almacena momentos en su memoria para que pueda acceder en cualquier momento, pero mi bebé no. Si los pierdo, se han ido para siempre. No quiero perderme nada. Ahora tengo una regla de ‘no teléfonos cuando estoy con mi hija’ y no loa cambiaría por nada del mundo.
Traducido del artículo:
What I noticed when I stopped looking at my phone whilst breastfeeding