Por Darcia Narvaez, PhD
El apoyo de otras madres con experiencia en las etapas tempranas de la maternidad es una constante en muchas especies, y este apoyo es más importante cuando más inteligente es la especie y mayor el desarrollo cerebral de la criatura después del nacimiento. En la especie humana, el apoyo de las comadres (familiares y vecinas) también ha sido una constante en absolutamente todas las culturas. En la edad moderna, sin embargo, el estilo de vida y la falta de reconocimiento de esta necesidad ha dejado a las madres solas ante su maternidad.
Recordemos nuestra historia de cuidado de la especie
El otro día un par de madres visitaron nuestra clase, una era una madre que había decidido quedarse en casa para criar a sus 4 hijos, y se trajo al más pequeño, de 7 meses. La otra madre era una estudiante y madre de dos, uno de cinco años y el que vino junto a ella, de aproximadamente un año de edad. Nuestra clase había estado estudiando los impactos del nido evolucionado (evolved nest) (y su falta) en el bienestar y la moralidad de niños y adultos.
El nido evolucionado de nuestra especie para niños pequeños incluye una experiencia perinatal calmada, una lactancia materna prolongada y mucho contacto físico, capacidad de respuesta del cuidador principal y un pequeño grupo de otros cuidadores (comadres), apoyo social para madre y bebé, un entorno social positivo y juego libre autodirigido en el mundo natural con compañeros de juego de edades variadas.
Cuando se les preguntó acerca de su percepción del nido evolucionado, ambas madres dijeron que lo que a menudo extrañaban eran comadres, otras cuidadoras maternales. Tienen razón, es una necesidad de la especie vinculada a la evolución de nuestro gran cerebro (Hrdy, 2009).
¿Qué hacen las comadres?
En primer lugar ayudan antes, durante y después del parto. Luego se ocupan del bebé cuando la mamá necesita un descanso. Sostienen, mecen y juegan con la criatura. También se ocupan de tareas diaras como preparar la cena, hacer la compra o lavar la ropa. Se encargan de lo que hay que hacer. Son el amortiguador para la relación madre-criatura y padre-criatura.
Solía ser una tradición en la mayoría de las sociedades tener un período de una cuarentena de reposo para las mamás y los recién nacidos donde las mujeres de la comunidad cuidaban de la madre, preparándoles tés y alimentos nutritivos que apoyaban la lactancia materna y la recuperación después del parto. Se encargaban de todo lo relacionado con la casa para que la madre pudiera permanecer en su cama y facilitar el apego, el establecimiento de la lactancia y su recuperación física.
¿Por qué nuestra especie evolucionó para incluir a comadres dentro de sus expectativas?
Nuestros bebés nacen mucho más inmaduros que cualquier otro humano, con solo el 25% del volumen cerebral adulto en el nacimiento a término (40-42 semanas) (Trevathan, 2011). Como resultado, hasta los 18 meses aproximadamente, los bebés necesitan lo que llamamos exterogestación, una experiencia de útero externo (tranquilo y estimulado de manera óptima durante el rápido crecimiento del cerebro; Montagu, 1968). Esto implica presencia física, atención y una actitud receptiva las 24hrs del día. Eso requiere la presencia de comadres. En un estudio observacional de la gente de Efe (Morelli et al., 2014), los antropólogos observaron que los niños mayores pasaban menos del 40% de su tiempo con sus madres. Aunque la madre estaba presente, el resto del tiempo el niño eligió estar con comadres, aquellas que respondían con sensibilidad al niño.
A partir de cierto momento, los niños necesitan relaciones receptivas con varias personas para desarrollar habilidades sociales flexibles. Los bebés que pasan su tiempo solo con madres, tienden a ser menos flexibles (Hrdy, 2009). De hecho, el segundo niño visitante de nuestra clase pasaba sus días solo con madre, padre o hermana. Se sintió bastante angustiada por los extraños que le miraban.
Varios estudios y revisiones han demostrado que las madres con más apoyo son más receptivas a sus hijos (Hrdy, 2009). No están tan estresadas y pueden satisfacer las necesidades de sus hijas en el momento. Esto conduce más fácilmente a un apego seguro en el niño (Crockenberg, 1981). Los niños cuyas madres cuentan con más apoyo social muestran menos conductas externalizadoras y tienen habilidades sociales más desarrolladas. (Koverola et al. 2005; Pianta & Ball, 1993).
En sociedades como Estados Unidos, los apoyos estructurales son mínimos. En el día día, a los nuevos padres generalmente les falta el apoyo de otros miembros de la familia (que viven lejos), de miembros de la comunidad (la mayoría de los cuales trabajan en lugares en los que niños no forman parte), de políticas o instituciones (por ejemplo, enfermeras que proporcionan cuidados diarios durante el puerperio/ posparto) o visitas por voluntarios, (como es uso en otros países). Por ejemplo, en los Países Bajos, la política de baja maternal contempla enfermeras/ doulas que acuden a diario durante unas horas en los primeros días después del parto. Cuidan de madre y bebé y les ayudan en la primera fase de adaptación.
Lo que es peor es que en Estados Unidos, la mayoría de las madres trabajadadoras no cuentan con una baja maternal pagada y por tanto se ven en la situación de tener que volver al trabajo a las pocas semanas del nacimiento de su hijo. Esto les obliga a dejar a sus bebés en cuidados externos, por norma habitual todo el día en una guardería, que a menudo no cumplen con el estándard deseable, especialmente cuando se trata de las necesidades del bebé.
Demasiadas madres no pueden ejercer de madres al estar apuradas para trabajar y sacar adelante a la familia. Al igual que las posibles comadres, que a su vez están ocupadas con otras tareas y sin energía para ayudar a las madres. Ambas, tanto madres como comadres, se ven desanimadas para ser madres en sociedades en las que la «independencia del bebé» y el «malcriar al bebé» son mitos arraigados, formando parte del «tabú del cariño» que durante décadas ha caracterizadola vida en Estados Unidos (Suttie, 1943). La crianza en aislamiento se ha convertido en la nueva normalidad.
Una de las madres que visitaron nuestra clase nos contó que sus suegros vinieron solo para una semana, para no molestar a la familia, pero ella en realidad deseaba que se hubieran quedado durante más tiempo. Por el bien de la familia (y la sociedad), ese también es nuestro deseo.
Darcia Narvaez es psicóloga, profesora de la Universidad de Nôtre Dame
Autora de la obra: Neurobiology and the development of human morality
Bibliografía
Koverola, C., Papas, M.A., Pitts, S., Murtaugh, C., Black, M.M., & Dubowitz, H. (2005). Longitudinal investigation of the relationship among maternal victimization, depressive symptoms, social support, and children’s behavior and development. Journal of Interpersonal Violence, 20(12), 1523-1546.
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