
Por Ibone Olza y Patricia Fernández Lorenzo, extraído del libro Psicología del Embarazo, de editorial Síntesis, 2020.
Uno de cada 4 embarazos termina en aborto inducido a nivel mundial, según la OMS. Se estima que cada año se interrumpen unos 56 millones de embarazos en el mundo, y que de estos unos 8 millones se dan en situaciones clandestinas o sin seguridad mínima. Se calcula que entre un 4.7% y un 13.2% de las muertes maternas son debidas a abortos inseguros. Casi todos los casos de muerte o discapacidad a consecuencia de un aborto se pueden prevenir mediante la educación sexual, el uso de métodos anticonceptivos eficaces, la práctica de abortos provocados legales y seguros y la atención a tiempo de las complicaciones (OMS, 2019).
Respetando la autonomía y soberanía de las mujeres para decidir sobre sus cuerpos, nos parece adecuado ofrecer un espacio de escucha terapéutica desde el que poder elaborar y acompañar la petición de IVE siempre que la mujer así lo desee. Obviamente no con la finalidad de influir en la decisión, (como se hacía o se hace aún en muchos lugares desde actitudes enjuiciadoras y/o religiosas), pero sí de cuidar a la mujer y sostenerla en la decisión que tome. Es necesario recordar que casi siempre hay un plazo razonable de semanas o al menos días antes de proceder al aborto que se pueden aprovechar para cuidar a la mujer y preparar un plan de cuidados antes y después del aborto si opta por la interrupción.
Cuando la petición de IVE llega marcada por la ambivalencia o la duda, o tras un embarazo aparentemente deseado o incluso “buscado”, vale la pena poder explorar los motivos en un entorno seguro. Sabemos que en ocasiones la petición de IVE viene propiciada por un contexto de dificultades emocionales o incluso psicopatología como la ansiedad, o la tocofobia etc. Especialmente cuando la mujer acumula sucesivas IVEs, merece la pena ofrecer una atención psicoterapéutica en la que poder valorar a fondo qué problemática puede estar subyaciendo y cómo ayudarla. Es preciso valorar si hay ansiedad o depresión que puedan influir en el rechazo a la gestación, lo que no implica que se cuestione el derecho de la mujer a interrumpir su embarazo legalmente.
La mayoría de las mujeres transitan bien los abortos cuando lo tienen claro; no tiene por qué vivirse con culpa ni pena necesariamente. Tampoco está demostrado que las IVEs dejen secuelas psiquiátricas, como en ocasiones aducen los grupos que se oponen al aborto legal. Las experiencias emocionales en la IVE dependen de factores individuales, relacionales y asistenciales, vertebrados por desigualdades y sesgos de género (Danet Danet, 2020). Pero, en algunos casos, la dificultad afectiva posterior al aborto puede venir no solo de una decisión que tal vez no fue tomada libremente (por presiones externas), sino también de la violencia obstétrica con la que se hizo la interrupción, que motiva una sintomatología de tipo postraumático. En los relatos de muchas mujeres que abortaron se manifiesta esa violencia obstétrica en la nula contención emocional, en los poquísimos cuidados que recibieron durante o tras la interrupción, en la falta de un espacio de escucha o en la falta de un tratamiento adecuado para el dolor o la posible anemia posterior.
Cuidados para facilitar el duelo no traumático en la IVE
Como señalábamos, ante la petición de IVE en las primeras semanas de embarazo es necesario insistir en la necesidad de que dicha petición sea acogida desde la escucha empática y el no juicio. A veces es especialmente difícil que no interfieran las opiniones y sentires de la profesional que atiende a la gestante. El apoyo emocional a la mujer en la IVE para que pueda transitar acompañada todo el proceso facilita la vivencia y en ocasiones también facilita que pueda luego vivir una sexualidad más plena o, a veces, una maternidad futura. Una mujer puede decidir libremente una IVE y a la vez transitar una reacción de tristeza y duelo, que se verá facilitada con unos cuidados sensibles en la despedida y puerperio. Entre otros el poder nombrar al ser que gesta, el dedicarle un tiempo a la despedida mediante un acto creativo como puede ser una carta de despedida o un pequeño ritual en la intimidad y el permitirse un tiempo para el llanto, la pena o el silencio en los días o semanas siguientes facilita el duelo. Obviamente si la mujer no desea estos cuidados lo prioritario siempre es respetar su sentir y su deseo. Los cuidados sensibles con el trauma a su vez previenen la aparición de psicopatología traumática, especialmente relevante si en un futuro la mujer vuelve a quedarse embarazada. La elaboración de la vivencia de un aborto traumático en algunos casos se produce al conectar con el deseo de un nuevo embarazo.