Javier de Domingo, psicólogo, terapeuta perinatal y padre de tres hijos, plantea el concepto de Transición paternal para analizar el paso de ser hombre a ser padre y todas las implicaciones que conlleva ese paso, reconociendo el lugar del bebé y de la madre, pare convertirse en un aliado de la diada.
Por Diana Oliver
Dice el psicólogo Máximo Peña que la paternidad podría ser comparada con un viaje iniciático, del cual nunca regresaremos idénticos a como éramos antes de partir. Y es que, el tránsito hacia la paternidad implica una serie de cambios a todos los niveles que no sólo no podemos ignorar, sino que debemos comprender y analizar para poder acompañar mejor a la familia. Javier de Domingo, psicólogo, terapeuta perinatal y padre de tres hijos, plantea el concepto de Transición paternal para analizar el paso de ser hombre a ser padre y todas las implicaciones que conlleva ese paso, reconociendo el lugar del bebé y de la madre, pare convertirse en un aliado de la diada.
Javier de Domingo es coautor de los libros Hombres, padres y un hijo y Papiconcilia y coordinador en el Instituto Europeo de Salud Mental Perinatal del Curso Paternidad y Perinatalidad: padres de bebés y participa como docente en el Seminario de Psicología del embarazo, en el Seminario de Psicoterapia con padres, en el Curso online Separación parental, custodia y apego en la primera infancia, en el Seminario de Psicología del Posparto y en la formación de Lactancia y Salud Mental.
PREGUNTA: ¿En qué consiste la Transición Paternal?
RESPUESTA: Desde hace años, tanto en la clínica como en la docencia, llevo definiendo la Transición Paternal como el paso de ser hombre a ser padre. En terapia de pareja suelo dibujar dos círculos, superponiendo una parte de ellos a modo de dos anillos entrelazados. Luego nombro los tres espacios creados. Uno de ella, otro de él y la intersección entre ambos es donde reside la “pareja”. A la hora de constituir una familia la propuesta es dejar un espacio para cada uno y un tercero para la fusión de ambos. Es una manera que facilita sobre todo al hombre comprender la necesidad de las partes como cuerpos identitarios bien diferenciados y con transiciones, conflictos y patologías propias. Por un lado, está el espacio de la mujer que deviene en madre, luego el suyo, el del hombre que se convierte en padre y finalmente la intersección entre ambos que es el proyecto de pareja y cuya vida cursa a menudo con un diferencial importante con respecto a los proyectos individuales. Asumir la Transición Paternal en salud ayuda a comprender las distintas necesidades en juego, las propias, las de ella y el diferencial que hay con la de la configuración madre-padre.
P: ¿Tan importante es ese paso de ser hombre a ser padre?
R: Sí, es crucial. Para explicarlo me gusta utilizar la imagen de un camino en el que hay un puente colgante que hay que cruzar. La idea es que puede dar vértigo, pero si antes nos hemos preparado puede ser más sencillo atravesar ese puente y hasta disfrutar del camino. Hay que andar.
P: Un puente que es distinto según el lugar que se ocupa en el mundo…
R: Por definición se alude a que hay una serie de actividades que simbolizan y marcan la transición de un estado a otro en la vida de una persona. Por tanto, podríamos decir que la paternidad (del padre) es un rito de iniciación que, además, está sujeto a distintas programaciones culturales en función de nuestro lugar. Hay una diferencia enorme entre lo que puede significar ser padre o ser madre en Afganistán o en Finlandia. El lugar de nacimiento y la idea de lo que es ser hombre y ser mujer y los distintos ritos de paso que acarrea cada uno, programan a todos hacia caminos dispares que siempre paga el más vulnerable: el bebé.
La paternidad (del padre) es un rito de iniciación que, además, está sujeto a distintas programaciones culturales en función de nuestro lugar.
P: ¿Por qué crees que se debe hablar más de la figura del padre?
R: Creo que se ha escrito y se escribe mucho alrededor de la figura de la madre y cuánto más se haga mejor. Cada vez somos más los que pensamos que la auténtica revolución reside en cómo se encara el guion de nacimiento pues para todo cambio necesitamos comprender bien los orígenes de los problemas. Toda historia comienza con el capítulo uno y sobre lo que le pasa a un hombre que se convierte en padre apenas hay nada escrito con cierta validez. No es tarea fácil encontrar textos sobre el padre que se salgan del chiste, de la autodefensa reaccionaria, de lo testimonial-emocional o de lo culpógeno que busca sobre compensar los errores pasados a base de golpes de fusta en las propias carnes.
Para hablar del padre ya toca aparcar el modo chascarrillo como si estuviésemos tomando chupitos con los colegas después de una comilona. Esas formas han degradado un debate fundamental para nuestro futuro.
P: ¿Y de qué forma crees que debe hablarse?
R: El tema del padre ha de encararse de manera constructiva y responsable. Sólo así se podrá generar contenido académico serio que pueda ser estudiado e interiorizado por profesionales de la salud. Contenidos por ende aplicados a la persona que sufre y nos llega a consulta por un posible matrimonio o familia en crisis.
Lamentablemente apenas hay bibliografía académica centrada en la figura del padre y que por tanto ayude a los y las profesionales de la salud mental a comprender y tratar las influencias patológicas y las patologías propias derivadas de una interpretación tan subjetiva de un rol tan determinante como es el del padre.
P: ¿Cuál es el papel del padre en la crianza?
R: Principalmente entender e interiorizar el nuevo cargo. Cuando empezamos en un trabajo nuevo lo primero que debemos aprender es cuál es el rol, cómo se hace, cómo sé que lo estoy haciendo bien. La respuesta en crianza es saber ubicarse.
Todo comienza con una firma de a dos. Ambas partes han de comprender bien el lugar de cada una y que hay un orden de las cosas. Eso pasa porque la prioridad es el bebé, el cual por imperativo biológico predispone hacia la madre. El hombre, ya sea el padre o el espectador social que interacciona con una mujer embarazada ha de asumir este contrato de pareja y su producto y hacer guardia orbitando alrededor de ella en su asistencia permanente.
El papel del hombre en crianza es el del acompañamiento a la diada en todo lo que requiera según la circunstancia vital de la misma. A nivel práctico sería facilitar todos los haceres que reduzcan la carga de su cuerpo en reposo y en movimiento, su carga emocional y su carga mental. ¿Por qué? Obviamente porque su cuerpo y hasta su cerebro van a experimentar una sobrecarga única y nueva. Ya que cada uno haga su listado: tareas domésticas, cuidados del resto de la familia sean otros hijos o padres, informarse y acompañar a todo lo que implique salud para la diada, apoyo moral y emocional en los tránsitos de la madre con su cuerpo y su confrontación con su propia biografía… y así un interminable etcétera. La clave es preguntar a la pareja ¿qué te ayudaría? o a otras madres ¿qué te hubiese ayudado? Conceptualizar la construcción de la pareja y su acompañamiento como un “acuerdo de solidaridad” ayuda a la tarea.
P: ¿Cómo llegar a los padres en cuestión de cuidados?
R: Pienso que se debe dejar de culpabilizar a los hombres de su falta de implicación porque retratar a una de las partes en conflicto como malo retrasa el cambio y se convierte en un problema en sí mismo. El hombre que se transforma en padre necesita un espacio de respeto para aprender, para constituirse y para darse forma (formarse) poco a poco.
Creo que para llegar a los padres de cara a “los cuidados”, debemos hacerlo visibilizando su rol, no avergonzándoles por el mismo. Por ello la relevancia de empezar reconociendo el paso, la iniciación y la transformación que sucede en el hombre y no tratar las desviaciones del proceso como la identidad predominante del mismo.
El hombre que se transforma en padre necesita un espacio de respeto para aprender, para constituirse y para darse forma (formarse) poco a poco.
P: ¿Cómo se relaciona esto con el concepto de Transición paternal?
R: La idea de establecer un concepto como la Transición Paternal nace de la limitada asunción de responsabilidades en el cuidado y acompañamiento al bebé heredada por parte del hombre. El amor de un padre hacia su bebé es innegable. Sin embargo, su ubicación en el papel de padre sí es cuestionable, debatible y mejorable.
A la hora de definir la Transición Paternal resulta fundamental: que sea ajustada a la realidad; que sea explicativa y pedagógica; que tenga un carácter práctico; que sea sencilla de recordar e interiorizar; y que sea motivante y esperanzadora para las partes.
Es desde ahí y sólo desde ahí donde al menos centro mi trabajo y siento que tiene sentido generar conocimiento alrededor de la figura del padre.
P: Con respeto a los cuidados, ¿ves efectivas las campañas institucionales en ese sentido?
R: Creo que sí son efectivas en cuanto a que ayudan a “lo de fuera”. Ayudan a acostumbrar al ojo que observa a que nos podemos acostumbrar a otras formas y otros modos. “Donde fueres haz lo que vieres” dice el refrán. Ayudan por habituación. Pero no ayudan en cuanto evidencian cierto simplismo, falta de formación perinatal que suplen con sensacionalismo ocurrente y a menudo provocador. Una mochila de porteo u otros gadgets no son suficiente.
Las campañas serían más efectivas con mayor información y formación en Comunicación No Violenta y en Psicología Perinatal. El hombre ya no necesita dedos señaladores, necesita una mano que le invite al aula al que todos y todas debiéramos asistir.
P: ¿La educación paterna puede ser una forma de prevención de violencias?
R: Siempre. Pero la pregunta en sí es parte de una realidad discursiva que un número significativo de hombres rechaza y por tanto se aleja de profundizar en ella perpetuando el problema. De modo que no solo no previene lo que podría prevenir, sino que suma un conflicto más.
¿Existe alguna escuela en la que si alguien del alumnado es señalado públicamente como violento vaya a dejar de serlo? Quién dice escuela dice en el propio hogar o en nuestro trabajo. Sencillamente no es pedagógico, no ayuda y revela mucho de las heridas de quién señala. Lo cual en nuestra profesión es parte de lo que debemos ser sensibles y hábiles trabajando en consulta. Como principio terapéutico, éticamente no podemos meter en consulta nuestras fobias y animadversiones personales y proyectarlas a nuestros pacientes. En Transición Paternal el hombre que pasa a ser padre merece encontrar un lugar informado, formado, seguro, libre de juicio y sensible a la idiosincrasia particular de quién viene a pedir ayuda.
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